La expresión que da título a este apartado se escucha con cierta frecuencia en las empresas familiares. Por lo general, la utilizan los fundadores y suena muy desabrida cuando no francamente mal a los oídos de las generaciones más jóvenes. Para empeorar las cosas, a veces se agregan frases no solo poco constructivas sino directamente hirientes como “Vos no entendés nada…”, y ellas abonan el terreno para la discordia en la familia.
Sin embargo, la situación resulta muy normal. El transcurso del tiempo y el avance de los años de una persona la vuelven reticente a querer cambiar la manera de hacer las cosas, sobre todo si le ha ido bien. En contrapartida, cuando se es joven el deseo de cambio es constante. La actitud de cada quien, responde, en el primero de los casos referidos, a que los más veteranos temen a lo desconocido, mientras, los más jóvenes, acostumbrados a hacer las cosas de otro modo, quieren transformar procesos que juzgan obsoletos y con ello, hacer las cosas de manera diferente.
Esta situación no tiene porqué devenir en un hecho negativo; por el contrario, debe ser administrada con naturalidad, asumiendo lo positivo de la diferencia de opiniones cuando ella permite, si necesario fuere, revisar actuaciones y modificarlas, siempre desde el respeto y el disenso constructivo y dialogado.
Resulta más que saludable que miembros de la familia, de dos o más generaciones, se sienten alrededor de una mesa a analizar en detalle y a profundidad la forma en que se vienen haciendo las cosas, y evaluar, en su caso, si vale o no la pena cambiarlas. Este ejercicio, realizado periódicamente deviene en importante, sobre todo si se considera que no es beneficioso persistir en algo que puede mejorar, como tampoco es prudente cambiar por el solo hecho de hacerlo.
Para avanzar en la línea propuesta debe buscarse el momento adecuado que, desde luego, no estará dado por el almuerzo de los domingos ni por la celebración de los cumpleaños y otros acontecimientos familiares. Esta tarea debe realizarse en la empresa, en un tiempo y un espacio definidos como útiles para un diálogo sincero, desprovisto de fanatismos y con una clara intención de mejora.
Las empresas familiares cuentan con un gran tesoro y un inestimable capital humano: las diferentes generaciones que en ellas coexisten. Como todo en la vida, se presenta un juego de opciones: por un lado, que las diferencias que existan generen conflictos, o que, por el contrario, constituyan herramientas para avanzar, decidida y firmemente, hacia una mejor empresa y una familia feliz, fortalecida y plena.
Por mucho que cueste abordar estos temas es muy importante hacerlo. Al concluir la tarea, con seguridad, los acuerdos logrados posibilitarán trabajar con y en mayor armonía.
Una opción muy interesante es contar con los servicios de un especialista en este tipo de procesos que sea un facilitar y que permita ordenar las conversaciones y las ideas e ir elaborando los acuerdos.
Marcelo Codas Frontanilla
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